Dado que el empresario que invierta su dinero en un negocio y el responsable de dirigirla, tanto si ambos papeles residen en la misma persona o no, deden ser capaces de organizar el equipo de empleados según el tamaño de este, la experiencia de cada uno de los miembros y la actividad en la que se quiere especializar la empresa. Deben ser quienes seleccionen, además, al personal que conformará su negocio y que hará o no posible su rentabilidad.
- Por ello, es imprescindible que conozcamos bien la experiencia previa de cada uno de los empleados, a quienes deberemos haber elegido anteriormente bajo una serie de premisas en las que nuestros principales valores imperen en la personalidad de ellos, ya que se reflejarán directamente en el ritmo y las características que adopte el negocio, así como en el ambiente que se respire en su plantilla de trabajadores.
- Es fundamental concienciar al personal de la situación de la empresa, sobretodo cuando está iniciándose el negocio, para poder, entre todos ahorrar agua, luz, papel, servicios de limpieza, etcétera.
- También es conveniente reducir el espacio de las instalaciones de la empresa, en el caso especialmente de los negocios pequeños, no hasta el punto de que los trabajadores se sientan oprimidos y agobiados en el espacio de trabajo, sino hasta dejar sencillamente los metros necesarios para desarrollar sus funciones.
- Formar al personal de la empresa en una línea de trabajo de la que se obtenga el máximo rendimiento posible, que será siempre más fácil si todos los trabajadores emplean todas sus fuerzas, sus ganas y su valía en desarrollar al cien por cien de sus capacidades la actividad que se les encomiende. En primer lugar, para que esto sea así, el cabeza de grupo debe dar ejemplo de dicha actitud.
- Se deben coordinar los distintos departamentos de una empresa, en el caso de estar refiriéndonos ya a empresas más grandes, con el fin de que no se pierda trabajo ni horas empleadas por los trabajadores en la ejecución de algo que finalmente no va a llegar a su cauce.